Hispania. Asturias, Miguel Ángel. Legends of Guatemala. Bilingual English/Spanish Edition. Translated with an Introduction by Kelly Washbourne. Prologue by Gerald Martin. Pittsburgh, PA: Latin American Literary Review Press, 2011. Pp. 167. ISBN: 978-1-891270-53-6.
Valentin González-Bohórquez
En general, y pese al Nobel de Literatura en 1967, las obras de Miguel Ángel Asturias no han sido traducidas todavía al inglés con la amplitud que se merecen. Por eso es de celebrar la aparición de esta primera traducción de Las leyendas de Guatemala, el texto con el que el autor guatemalteco se dio a conocer en 1930. Aunque en décadas pasadas se habían traducido y publicado al menos tres de las leyendas en antologías de literatura latinoamericana, es solo hasta ahora que se publica en inglés el texto íntegro de la primera edición de 1930 y un texto adicional de los dos que Asturias añadió a la segunda edición en 1948. El cuidadoso trabajo de traducción de Kelly Washbourne para esta edición bilingüe representa, pues, un hito para los lectores en inglés, no solo en el sentido de hacer accesible esta pieza clave de la literatura indigenista latinoamericana, sino también para la comprensión de la trayectoria de Asturias que comienza con esta colección de relatos breves, y en la que emergen ya las preocupaciones, el estilo y las temáticas históricas, antropológicas, folclóricas y etnográficas que caracterizarán toda su obra.
Uno de los objetivos que Washbourne se propuso al traducir y comentar el conjunto de estos textos para el público angloparlante era el destacar el lugar que le corresponde a Asturias como un auténtico innovador vanguardista ligado con los procesos literarios de la primera mitad del siglo pasado, y que hacen de él “an indispensable pioneer of the Boom of the 1960s and 70s, and [...] one of the first to recover the Maya Quiché heritage and cultural identity for world literature” (14). Esta innovación es producto en parte del apego del autor a las técnicas surrealistas y modernistas, que hace propias y transforma en un estilo único, “asturiano”, y a un compromiso con el indigenismo mesoamericano. La fusión de estos elementos se ve representada de manera contundente en las Leyendas. Este género, que tiene sus antecedentes en Palma y Batres Montúfar, se convierte en manos de Asturias en algo por entero diferente. Mientras las historias de estos dos autores son relativamente directas y accesibles, en Las Leyendas de Asturias hay una evidente y compleja reelaboración palimpséstica a través de la cual se postula una novedosa propuesta lingüística y etnográfica. Asimismo, el autor asume una postura crítica de la conquista y la colonización, a la vez que cuestiona las políticas indigenistas de su propio tiempo. De allí que Washbourne denomine con razón a estos relatos como “contestatory, hybrid, foundational”(16).
De particular interés son las observaciones de Washbourne sobre la célebre carta que el poeta francés Paul Valéry le escribe a Miomandre, el traductor de las Leyendas al francés. Esta carta, que en su momento significó un fuerte espaldarazo al opus primum de Asturias, fue incluída como prefacio en la edición de 1948 y en posteriores ediciones hasta hoy. En ella, Valéry elogia, entre otras cosas, la mezcla de “this melánge of torrid nature, jumbled botany, indigenous magic, and Salamancan theology”, que constituyen “the stuff of the most delirious of dreams”(21-22). Sin desconocer el positivo impulso que la carta de Valéry significó en su momento, la crítica actual considera que dicho texto, como prefacio a las Leyendas, tiende a condicionar la lectura de éstas como un cabinet de curiosités y a ignorar “the sociocultural and historical dimensions, and the subtext of critique, present in this debut book” (24).
Washbourne aborda también el tema de la memoria individual y colectiva, tan latente y respirada en el texto, una de cuyas claves se encuentra en el cuento primero, “Guatemala”, cuando el narrador susurra, “La memoria es una ciega que en los bultos va encontrando el camino” (118). Esta búsqueda entre las sombras tropieza a cada instante con un mundo en descomposición, despojado, sustituido, que va siendo cada vez más fantasma de sí mismo. Este mundo religioso, mágico, que es recreado con la palabra poética, luminosa pero a la vez críptica, está hermosamente condensado en la “Leyenda de la Tatuana”. En ella, el Maestro de barba rosada y la esclava indígena que le acompaña han sido condenados a la hoguera, “por brujo a él y por endemoniada a ella” (142). La noche previa a la ejecución, el Maestro tatúa con la uña un barquito en el brazo de la esclava y le dice que cada vez que se encuentre en peligro, dibuje ese barquito donde quiera, cierre los ojos, entre en él y escape. Al día siguiente, cuando sus verdugos entran en la cárcel solo encuentran “un árbol seco que tenía entre las ramas dos o tres florecitas de almendro, rosadas todavía”(142).
El oportuno análisis introductorio de Washbourne provee un marco orientador para lectores y estudiosos de habla inglesa que no hayan tenido contacto previo con la obra inaugural de Asturias, pero es a la vez un útil resumen de diversos componentes críticos que resultarán de interés para los conocedores de la obra.
(Publicado originalmente en Hispania. Volume 96, Number 1, March 2013, pp. 197-198. John Hopkins University Press)