Sánchez-Blake, Elvira. Suma Paz. La utopía de Mario Calderón y Elsa Alvarado. Bogotá, D.C., Colombia. Icono Editorial SAS, 2021. Pp. 208. ISBN: 978-958-5472-54-9.
Valentin González-Bohórquez
Colombia ha sido desde siempre un país de contrastes extremos. Todos los climas imaginables, un paisaje, una fauna y flora que se encuentran entre los más ricos y diversos del planeta. Tierra de extraordinarios escritores, pintores, poetas, dramaturgos y actores de teatro, arquitectos, periodistas, músicos, cantantes, científicos, pensadores. Y a la misma vez, un país que confronta enormes desigualdades socioeconómicas entre su población, a menudo por encima del resto de naciones del continente. Estas desigualdades han generado una historia de violencia social que, como lo destaca el libro de la escritora y catedrática colombiana Elvira Sánchez-Blake, ha derivado en las últimas décadas en una vertiente de crímenes contra hombres y mujeres líderes sociales, ambientalistas y defensores de los derechos humanos. Aunque la lucha por la justicia ambiental es un conflicto global, Colombia, seguida por México y Guatemala, encabeza la lista de países de la región en los que esta violencia selectiva ha aumentado de manera dramática.
En el caso de Colombia, la mayoría de estos crímenes han sido cometidos por paramilitares y sicarios, a menudo con la anuencia del ejército y la mirada cómplice del gobierno de turno que se intersecta con la compleja lucha contra las guerrillas y el narcotráfico. De acuerdo con Sánchez-Blake, las ejecuciones de líderes ambientalistas se han cometido como parte de “una estrategia sistemática de exterminio contra todo aquel que se oponga a proyectos de explotación de recursos minerales, madereros y de generación hidroeléctrica” (20), gestionados por compañías nacionales y transnacionales. Uno de los crímenes con más hondas repercusiones en la sociedad colombiana fue el del ex-sacerdote jesuita, activista social y ambientalista Mario Calderón, su esposa Elsa Alvarado y el padre de esta, Carlos Alvarado, perpetrado en 1997. Narrar los antecedentes que conducen a este triple crimen es una de las intenciones del texto de Sánchez-Blake. Pero es, ante todo, como ella misma lo define, un tributo a la extraordinaria labor por la defensa de los derechos humanos y de la naturaleza realizada por la pareja Calderón Alvarado, y un homenaje a todos los activistas sociales y ambientales, “víctimas de la violencia […] por pensar y sentir de manera diferente” (21).
El texto se estructura en viñetas agrupadas de manera metafórica con los cuatro elementos de la naturaleza, que a la vez sincronizan con el acontecer y el activismo ecopolítico de los esposos Calderón Alvarado. A través de la narración se destacan diversas instancias de la vida de los dos protagonistas: su encuentro, sus coincidencias ideológicas, su vida familiar, y su activismo. Mario Calderón se vinculó desde muy joven con la Compañía de Jesús en la década de los sesenta y pronto dirigió sus intereses hacia la naciente teología de la liberación y su preocupación por la justicia social y ambiental. Durante los años en que realizó estudios de posgrado en sociología en la Escuela de Altos Estudios en París en la segunda mitad de los setenta se interesó en conocer la comunidad rural Longo Maï, un experimento de convivencia de tipo cooperativo y anarquista que probaba una manera distinta de entender la conexión en las relaciones entre lo humano y la naturaleza. Mario creía que las propuestas de Longo Maï podían ser viables también entre las comunidades rurales de su país.
A su regreso a Colombia, se unió al Centro de Investigación y Educación Popular, Cinep, donde una de sus funciones era “denunciar las violaciones de los derechos humanos ante los organismos internacionales” (26) y luchar por la protección de reservas naturales en Colombia. En 1987 Calderón fue asignado a trabajar en una parroquia en Tierradentro, Córdoba, en un tiempo cuando la guerrilla extorsionaba a los hacendados y las autodefensas combatían a los subversivos. Y en medio de ellos, los campesinos e indígenas que se hicieron presas de la violencia de militares y paramilitares. Las experiencias vividas durante este período, incluyendo el asesinato de dos sacerdotes, le llevó a un quiebre de sus relaciones con la jerarquía tradicional de la iglesia católica, “cuyas estructuras externas ya se habían vuelto demasiado estrechas para su pasión por la libertad” (80). Mario renunció al sacerdocio con los jesuítas, aunque siguió optando por un activismo desde una comprensión ecuménica interreligiosa.
A comienzos de los 90, la comunicadora Elsa Alvarado, entró a trabajar en el Cinep como investigadora en el área de divulgación y de la Oficina de Eventos y Prensa, y allí tuvo lugar el encuentro de la pareja. Mientras trabajaban en tareas comunes en Cartagena, la pareja empezó una relación que luego se cimentó en su visión común por la defensa de la reserva ambiental de Sumapaz ubicada en el páramo más grande del mundo, amenazado desde tiempo atrás en convertirse en una hidroeléctrica. Con un grupo de amigos crearon la Reserva Natural Suma-Paz que, entre otras cosas, buscaba generar conciencia por la protección del agua y de los recursos del páramo frente a las gestiones de compañías que prometían trabajo a los campesinos con la explotación de la madera, minas e hidroeléctricas, “a un costo ambiental irremediable“ (93).
Sus actividades en Sumapaz fueron el detonante para que en la madrugada del 19 de mayo de 1997, un grupo de hombres armados penetraran en el apartamento de la pareja en Bogotá y les dieran una muerte violenta. En el atentado murió también Carlos Alvarado, padre de Elsa. Elvira Chacón, madre de Elsa, resultó herida de gravedad. Iván, el pequeño hijo de la pareja, salió ileso. Como la mayor parte de delitos de esta naturaleza, el crimen nunca fue resuelto, “[a] pesar de que hoy se sabe que los autores materiales fueron los bandos paramilitares de la Casa Castaño y que los ejecutantes eran sicarios de la banda La Terraza” (19). Las últimas viñetas del texto de Sánchez-Blake están enfocadas en destacar el legado de los Calderón Alvarado, y de su hijo Iván Calderón Alvarado, quien ahora como un joven adulto, sigue los pasos de sus padres en la defensa de la reserva de Sumapaz y de las políticas actuales sobre el medio ambiente en el país.
El libro resulta de gran interés para los estudiosos de literatura colombiana en las áreas de cultura, justicia social y ambientalismo. Esta crónica-ensayo es sin duda un elocuente testimonio de la resistencia y perseverancia de una de las naciones más pobladas del continente, que pese a una historia de conflictos busca de manera vigorosa convertirse en un modelo de inclusión social y desarrollo sostenible.
(Publicado en Hispania. Volume 106, Number 1, March 2023, John Hopkins University Press)